Entrevista a un querido socio honorario de AAQTIC: Alfredo Halak
Una historia de vida en la Industria del Cuero
Tecnología del cuero: Empecemos por lo personal, Alfredo, contanos cómo es tu familia.
Alfredo Halak: El 1ro de febrero cumplimos 60 años de casados con Norma, mejor imposible, toda una vida, una familia, cuatro hijos maravillosos (Juan Carlos -Lalo-, que vive en San Clemente del Tuyú, Mariel, Claudia y Hernán, que vive en San Pablo), siete nietos y dos bisnietas.
TdC: Vos sos de Santa Fe.
AH: Sí, de la Ciudad de Santa Fe.
TdC: Y de ahí te fuiste a Rosario.
AH: Exactamente, me recibí de Técnico Químico en Santa Fe, y después del Servicio Militar me fui para Córdoba para anotarme en la Facultad. Como llegué antes de tiempo y faltaba una semana para que abrieran la inscripción, hablé con mi padre y le dije que me iba a Capilla del Monte a visitar a mi padrino, para volver a Córdoba Capital la semana siguiente e inscribirme.
¡Y allí conocí a Norma, la compañera de mi vida! Lo que empezó como un flirteo de verano, más de 60 años después sigue firme. Como ella era de Buenos Aires, decidí ir a estudiar a Rosario que me quedaba más cerca. Estuve cuatro años en la carrera de Bioquímica y ahí decidí venirme a Buenos Aires a trabajar, y dos años después nos casamos.
TdC: ¿De qué trabajaste primero acá?
AH: En la Papelera Argentina, la fábrica más grande de papel en ese entonces, en Bernal. Al año de estar trabajando hubo una huelga grande y en ese interin empecé a buscar laburo, escribiendo a los avisos que salían en los diarios, y así conseguí una entrevista en Cidec, donde empecé a trabajar el 30 de noviembre del ’60.
TdC: Sin imaginarte la carrera que estabas iniciando en la Industria del Cuero.
AH: (Riéndose) Del cuero sólo sabía que salía de la vaca, nada más. Así que a aprender todo el proceso.
TdC: ¿Siempre en Terminación?
AH: ¡No, no! Los primeros tres meses me hicieron recorrer toda la fábrica, una semana en la ribera, y así toda la producción, y después de esos tres meses decidimos que me quedara en terminación como ayudante de Nicolás Plohn, que era el Jefe de Terminación. A los dos años entró también Paco Novoa, y hacíamos turnos rotativos con él.
TdC: O sea que Novoa entró dos años después que vos.
AH: Así es. En Cidec estuve 4 años, y decidí buscar nuevos horizontes, consiguiendo trabajo en Sanz, en la época en que estaba en Villa de Luján y la entrada por Casacuberta era un barrial. Tanto que en un almacén grande que estaba por Madariaga nos guardaban las botas, y cuando llovía nos las poníamos para poder entrar. De ahí me fui a la Curtiembre La General Paz donde estuve un año y de ahí me fui a Cueros Argentinos.
TdC: Por Del Viso.
AH: Ellos llegaban sólo hasta semiterminado, hicieron la terminación y me hice cargo de Acondicionado y Terminación. Me fui a Curtarsa donde estuve un año y medio como Subjefe de Fábrica. El Jefe general era Behar, un cubano, que trabaja un mes acá y un mes en la central de la empresa que estaba en Philadelphia, así que ese mes en que no estaba quedaba yo a cargo. En un momento un delegado me faltó el respeto, sentí que no era respaldado por lo que renuncié.
TdC: ¿A dónde fuiste?
AH: Ahí me puse mi propia planta de terminación, una sociedad que llamamos Cueros Top, en la Avenida Provincias Unidas al 600, en Lomas del Mirador. No teníamos planchas, así que uno de los encargados que tenía una camioneta.
TdC: Nombralo porque sigue teniendo y cuidando esa hermosa Chevrolet que es una belleza.
AH: Abel Palma (N.R.: Abel sigue teniendo su propia planta de terminación en Avellaneda), este gran amigo, todos los días hacía dos o tres viajes para llevar y traer cueros a Villa Caraza, donde los hacíamos planchar y grabar. Después nos trasladamos a Avellaneda, con un contrato por tres años, nos fue muy bien, llegamos a los mil metros de terminación diarios, y me aparece una curtiembre de lanares en Máximo Paz, a cargo de Horacio Mirri, de capitales franceses que me ofrece un muy buen contrato por tres años.
TdC: Decisión difícil, imaginamos.
AH: Y, sí. Hablé con mis socios ya que yo estaba a cargo de las partes técnicas y comercial, y Alberto Gómez se sentía en condiciones de manejar la fábrica durante el día yo podía llegar a eso de las cuatro de la tarde, y con eso cumplimos el tercer año de contrato de Cueros Top en Avellaneda. El dueño del local era Roberto Varela, barraquero, y nos alquilaba con algunas maquinarias de terminación, más algunas otras mías, y el arreglo que tenía era que le pagábamos el 9% de nuestra facturación, y aparte era cliente mío porque me mandaba cueros para que le terminemos.
TdC: O sea que si les bajaba el trabajo pagaban menos, está bueno eso.
AH: Cuando terminamos el contrato de tres años les dije que yo no seguía más. Arreglamos que de las 24 personas Gómez se quedaba con 12 y arreglamos como corresponde a los 12 que se tuvieron que ir. Respetando absolutamente lo que cada uno de ellos tenía que cobrar. Estuvieron de acuerdo y ese fue el final de mi planta propia.
TdC: Y seguiste con los lanares en Máximo Paz.
AH: No solo lanares, también se terminaban iguanas, cabras, vacunos.
TdC: De todo un poco.
AH: De todo un poco. A mí me enseñó la parte de reptiles un técnico francés que estuvo tres meses conmigo antes de volverse a Francia. Cuando faltaban unos seis meses para terminar el contrato empezaron ciertos problemas con los capitales franceses por lo que Horacio Mirri me citó el día que regresaba de mi mes de vacaciones para decirme que hasta allí habíamos llegado, que habían decidido levantar la empresa, pero como correspondía se comprometió a pagarme los cinco meses que faltaban de contrato. ¡Así que con Norma decidimos tomarnos un mes más de vacaciones! Cuando volvimos me tomé dos o tres días de descanso y me reuní con Horacio Gibaut, gran amigo y gran persona, que me dijo :venite, y empecé a trabajar el 9 de marzo en Gibaut Hermanos, en Centenario Uruguayo.
TdC: Claro, en esa época todavía estaban en Domínico.
AH: Así que entré en marzo y en julio tuve el accidente de la mano.
TdC: O sea que ya estamos a principios de los ‘80
AH: Y sí, en 1982, para septiembre ya empecé a reincorporarme, y me cuidaron tanto que hasta me aumentaron el sueldo mientras estaba recuperándome. Y así quedó una gran amistad con todos ellos. En el interín me salió la posibilidad de jubilarme por la mano, y ahí planteamos llegar a un acuerdo de que si aceptaba la jubilación me retirara, porque no querían tener empleados jubilados. Salí de ahí y me fui a Vietri Hnos. Les comenté la situación y les pregunté: ¿no les interesa que trabaje con ustedes?, y la respuesta fue “Sí, ¿cuándo empezamos?”. Así que fui a ver a Horacio Gibaut y le dije que aceptaba la jubilación y a fin de mes me retiraba. Me preguntó si me iba a trabajar a otro lado y le dije“ya lo va a saber, Horacio, porque usted es un amigo”, y así terminamos dándonos la mano, con un abrazo, con todo.
TdC: Y ahí empezaste en Vietri.
AH: Sí, pero en toda la fábrica, en ribera, agarré todo, respetando por supuesto al Vietri que estaba en la parte húmeda. Trabajamos mucho con Hugo, macanudísimo, divino. Pero había empezado con mis problemas de hernia y al tiempo me salió el trabajo en Durán, así que les expliqué que los médicos me habían pedido que dejara de subir y bajar escaleras, lo que en Vietri era imposible porque la terminación estaba arriba. Así que por primera vez salí de la curtiembre y me fui a trabajar con productos químicos.
TdC: Eso fue a mediados o fines de los ’80.
AH: Y después de tres años volví a la curtiembre y me fui a trabajar a Producuer. Me mandan a una feria en Chile, y ahí conocí a la gente de la curtiembre de Curicó, al sur de Santiago, antes de Talca. Trabajaba un argentino.
TdC: ¿El Ché Pérez?
AH: ¡El Ché Pérez, gran amigo!
TdC: Que todos en Chile decían que era argentino pero que en realidad era español.
AH: Sí, sí. Era de Asturias. Y me salió la posibilidad, ofrecida por Francisco Corta, de ir a asesorar a la curtiembre.
TdC: ¡Cierto! En una época ibas y venías a Chile bastante seguido.
AH: Iba a Chile cada tres meses. Primero me fui un mes con toda mi familia, y trabajaba una semana en la curtiembre de sus primos en Santiago, y tres semanas en Curicó. Y como les gustó mucho mi trabajo me dijeron que les gustaría que eso siga, y arreglamos lo de ir quince días cada tres meses.
TdC: Una semana en Santiago y otra en Curicó.
AH: Mucho tiempo lo hicimos. Y en el 92 empecé a trabajar en Pielcolor. Viajé a Montevideo, y me recibió el Gerente General, como corresponde a un buen uruguayo, con el mate en la mano. Así que le pregunté “¿Sabés manejar?”, “Sí”, “Entonces manejá vos y yo cebo el mate. Hice grandes amigos ahí, como el querido Nevio Folgar, con quien seguimos en contacto siempre. Con Pielcolor viajamos mucho por todo el país, por ejemplo a La Rioja donde en la fábrica de Yoma estaba a cargo de la terminación el amigo Paco Novoa. Empecé en el 92, enseguida me mandaron a Barcelona al laboratorio central de la empresa y justo tuve la desgracia de sufrir una quemadura grave con aceite en la mano sana, me trataron muy bien en el Instituto del Quemado y así me fui, con la mano vendada. Así que mi trabajo en el laboratorio de Barcelona fue más que nada de mirar. Volví a ir en el 2000, donde estuvimos una semana en Pielcolor y después fuimos a la feria de Bologna, donde mientras armaban el Stand me ofrecieron que me tomara el día para ir a conocer Florencia. Fui a la estación de tren y no encontraba qué tren tomar, hasta que una señora me avivó: ¡Aca es Firenze!
TdC: ¡Lo buscabas en español!
AH: Antes de eso me comí que mi primera experiencia extranjera fue en el 96 y en el 97, que me mandaron a la Feria de Miami. Y como era normal en esa época, con sólo pagar el pasaje de Norma pudo acompañarme y al terminar la Feria nos fuimos a visitar a familiares que tenemos en Chicago el primer año y con Hernán, mi hijo más chico, a Disney y a vacacionar al Caribe el segundo.
TdC: En esa época se viajaba mucho en la industria, y se aprovechaba para tomar las vacaciones familiares enganchadas.
AH: Claro, por ejemplo en 2006 en otro de los viajes a Barcelona aprovechamos con Norma para hacer un tour por el sur de España. Sevilla, Córdoba, Granada, La Alhambra…
TdC: Y de ahí Norma, que es una gran pintora, sacó la idea del cuadro que tenés en tu casa de La Alhambra.
AH: Sí, ¡cuadro que tengo que cuidar mucho porque todos me lo quieren afanar! Bueno, hicimos ese viaje divino en 2006, donde por ejemplo Pielcolor me regaló que fuera de Barcelona a Madrid en el tren AVE de alta velocidad, y al poco tiempo un Gerente nuevo dijo “Usted no puede trabajar, en nuestra empresa no tomamos jubilados”. Así que llegamos a un arreglo y me pagaron… según las leyes uruguayas. Pero dejé grandes compañeros.
TdC: Y de ahí te fuiste a Units.
AH: Sí, estuve varios años hasta que en un momento me volvieron a buscar de Pielcolor diciéndome que querían que empezara a trabajar con ellos de vuelta. Pero ustedes me echaron por esto y por esto, le respondí a la gallega que me contactó.
TdC: La nueva Gerenta.
AH: Sí, y me dijo que no importaba, que ella lo manejaba, pero que me querían de vuelta. Y terminamos arreglando así que volví a Pielcolor. Cuando le dije a Szalai que me iba se portó como un caballero, me dijo que no hacía falta que siguiera hasta fin de mes, que era lo que yo le había propuesto, que igual me pagaban el mes completo. Como era un viernes le pedí que me dejara el auto, que era de la empresa, hasta el lunes, a lo que accedió sin problemas. Con tanta mala suerte que cuando estaba devolviéndolo el lunes… ¡Se le cayó uno de los espejos retrovisores exteriores! Lo que motivó una serie de comentarios jocosos.
TdC: Y fue tu último trabajo “oficial”.
AH: Sí, cuando me retiré hice algunos asesoramientos, como en Infante, en Calarcá, hasta que me retiré por completo
TdC: ¿Con la AAQTIC cuándo empezaste?
AH: Cuando entré en Cidec, en el ’60, ya me hice socio. Era el número ciento y pico.
TdC: Yo te conocí a principios de los ’80 como profesor de un Curso de Terminación.
AH: Sí, fueron incontables los cursos que dí. Uno de los más importantes fue el que se dio a principios de los 2000 ¡Repetido tres veces por la afluencia de gente!
TdC: Sí, ese fue nuestro curso récord. ¡Hasta le sacamos la silla a la empleada para que entrara una persona más al salón de clases. ¡También, era un seleccionado de profesores lo que se había juntado! Vos en articulística general, Martín Gelaf en capellada, Jorge D’Ambrosio en tapicería y napa, Jorge Vergara en Laboratorio y Controles… ¿Recordás en que año dictaste tu primer curso?
AH: No, la verdad que no.
TdC: Vos le diste mucho al cuero. ¿Qué te dio el cuero a vos?
AH: Mucho. Después de tantos años puedo decir con orgullo que no tengo enemigos, tengo amigos y da gusto ver, por ejemplo, cuando ya retirado fuimos a Las Toscas gente que me paraba y me saludaba que yo no recordaba, que me conocían de tal o cual curtiembre. ¿Cómo le va, Don Alfredo? Eso vale mucho. Porque para mí toda mi vida, TODA MI VIDA, el respeto hacia la persona era lo mismo para el último obrero que para el Gerente General o el Presidente de la empresa.
TdC: O para el dueño.
AH: O para el dueño. Era el mismo respeto, jamás le falté el respeto a nadie. Puede que me conozcan que yo era gritón, sí, pero gritón para mí mismo.
TdC: Sí, siempre fuiste un cabrón…
AH: (Risas) Me conocen por eso, pero me gustaba trabajar y enseñar. Y llevo con orgullo y satisfacción todo eso. Aparte las amistades que uno hizo todos estos años, no quiero dar nombres porque faltaría alguno.
TdC: Es que aparte son tanto que sería imposible nombrarlos. ¿Qué te quedó pendiente de hacer con el cuero? ¿Hay algo que te haya quedado colgado?
AH: No. La satisfacción mía fue que nunca quise colgarme ningún título. Gerente de Nada. Siempre fui Alfredo para todos. Siempre respeté y siempre me respetaron. El cuero me dio todo, en lo personal, amigos, voy a cumplir 87 años y tengo todo y a todos muy presentes.
TdC: Volvamos a la AAQTIC. Estuviste en Jornadas, en Congresos.
AH: En la Comisión. Cuando se compró la casa estaba en la Comisión. Integré varias Comisiones. Por ejemplo cuando era presidente Carlos Rey. Siempre colaboré, en general, de atrás. Siempre respeté mucho a los que estaban al frente, Vergara, Patricia, Graciela Galego con la que seguimos saludándonos todos los días por las redes. Otra vez, tantos que es imposible nombrarlos.
TdC: Bueno, ya hablamos de la AAQTIC, de la carrera que hiciste. ¿Tus viejos en qué año vinieron a la Argentina?
AH: Una gran historia la de mis padres. Ellos eran de Siria, de un pueblito cerca de Aleppo, la capital, donde el papá de él, mi abuelo, ¡era zapatero remendón! Los zapatos de la época eran enterizos, todos hechos con suela. El padre de mi mamá era de otro linaje, era el alcalde de un pueblo vecino, pero ambos tenían el mismo apellido, yo soy Alfredo HalakHalak. Mi pobre madre era la mayor de las hermanas, y por una costumbre de allá era la burra de la casa, no sabía ni leer ni escribir, mientras que sus hermanas y hermanos iban a escuelas privadas. Se casaron con mi papá, y a los 3 meses de nacer la primera hija él se vino primero a Chile donde tenía un hermano. El barco donde venía quedó en San Pablo por una quiebra de la empresa y el siguió viaje como pudo por el sur de Brasil. Entró a la Argentina atravesando un río agarrado de la cola de un caballo para que no lo arrastrara la corriente. De acá consiguió cruzar a Chile, y después de varios meses de ver que su hermano lo trataba y lo iba a tratar como un peón más, le mandó una carta a un paisano que vivía en Santa Fe, don Amado Bran, que tenía tienda y estaba muy bien. La respuesta fue venite para acá que yo te voy a dar una mano.
TdC: Y ahí se instaló en Santa Fe.
AH: Y mi papá empezó como el clásico turco mercachifle, saliendo a vender con la valija y a la tardecita/noche cuando llegaba de vuelta hacía maní y salía a venderlo. De esa manera pudo traer a su esposa y a su hija que ya tenía ocho años, pero como no había registros la hicieron pasar como de seis para poder pagar medio pasaje. Mi papá ya había instalado su negocio en la calle Presidente Roca, donde a los 10 meses, atrás del mostrador, nací yo. Y después dos hermanas más.
TdC: Para terminar con algo gracioso, contame la historia de la compra de tu primer auto.
AH: Era la época en la que yo estaba en la curtiembre de Sanz. Y me vinieron a buscar de Curtiembre Roberts, donde estaba el querido Víctor Mare, porque querían hacer un cuero semianilina del tipo de lo que hacíamos en Cidec. Fui durante varias tardes a desarrollarles el artículo, un semianilina clásico aunque tenía sus particularidades. Me dieron dos semis distintos, y les gustó, les encantó que con pigmento y anilina lográbamos una gran transparencia. Estábamos en el mes de septiembre. Me dicen, el artículo está muy lindo pero lo quisiéramos terminar acá, que nos asesorara en las primeras partidas y todo, por lo menos hasta fin de año. Bueno, les dije. Les voy a cobrar tanto por mes, lo aceptaron, pero le voy a pedir el favor de que si me lo paga todo junto yo me puedo comprar un auto, y yo me comprometo a cumplir con toda mi parte del trabajo. No hay problema, sírvase y me dio toda la plata. Me fui a una agencia de Fiat que estaba en Emilio Castro y General Paz, compré un Fiat 1500 modelo ‘74, y lo llamé a mi suegro para que alguno me viniera a buscar, porque yo… ¡Yo no sabía manejar!
Nota: Agradecemos a Ricardo Echezuri quien realizó la entrevista.
Que grande Alfredo !! un procer del sector.
Gregorio Donikian