culturales – Tecnología del Cuero https://tecnologiadelcuero.aaqtic.org.ar Revista de la AAQTIC Sat, 21 Mar 2020 03:35:28 +0000 es-AR hourly 1 https://wordpress.org/?v=6.1.7 /wp-content/uploads/2019/03/cropped-logo-aaqtic-top-32x32.png culturales – Tecnología del Cuero https://tecnologiadelcuero.aaqtic.org.ar 32 32 Educar el sentido del olfato para conocer el mundo /educar-el-sentido-del-olfato-para-conocer-el-mundo/ /educar-el-sentido-del-olfato-para-conocer-el-mundo/#respond Wed, 11 Mar 2020 18:00:39 +0000 /?p=1133 Una consulta habitual y preocupación muy actual de los clientes es el tema del olor del cuero. Hay quienes quieren cuero “sin olor”, otros lo prefieren con un “olor natural”, con olor sintético, etc.  

La evaluación del olor no es sencilla. Es necesaria la formación de paneles olfativos, integrado por personas que deben cumplir con características muy específicas y en muchas oportunidades, los ensayos de correlación interlaboratorios dan resultados completamente distintos.

En Tecnología del Cuero, nos pareció interesante compartir con nuestros lectores dos artículos interesantes que agregan un poco de luz a este tema tan interesante: Educar el sentido del olfato para conocer el mundo y Seis hechos curiosos sobre el olor.


Educar el sentido del olfato para conocer el mundo

Autora: Francesca Faruolo
Publicado en Magazine Moellhausen | 29/11/2019

Cada empresa, en cualquier sector que opere, está llamada hoy a considerar las repercusiones sociales y culturales de su propia actividad para cultivar lazos con comunidades, instituciones y partes interesadas, consolidando así sus valores y su liderazgo a lo largo del tiempo. Esto es cierto, aún más, para aquellos que trabajan en un campo, como la creación de fragancias, donde la cultura, la ciencia, la tecnología y las tradiciones milenarias se mezclan virtualmente. Para definir qué significa realmente “educación olfativa”, es útil distinguir desde el principio cómo difiere de la formación profesional de los perfumistas y qué repercusiones positivas puede tener para la vida de las personas y de las organizaciones humanas que llamamos empresas.

Educación olfativa

La educación olfativa debe entenderse como la disciplina que permite refinar las habilidades sensoriales y cognitivas vinculadas al sentido del olfato, promoviendo el desarrollo de esta herramienta excepcional para conocer e interpretar la realidad. Desde allí, debería formar parte de ese programa de “desarrollo armonioso de la persona”, que representa el objetivo más alto de nuestro sistema didáctico actual.

Para comprender mejor el aporte de dicha disciplina, podemos referirnos a prácticas similares que afectan a otros sentidos y que ya son aceptadas y, en la medida de lo posible, integradas en las rutas de aprendizaje escolar. La educación visual, por ejemplo, nos permite aprender a decodificar una imagen y adquirir habilidades que el ojo natural no posee, favoreciendo la formación del llamado “pensamiento visual”.

Del mismo modo, la educación olfativa es la vía de entrenamiento sensorial que nos prepara para dar sentido a la experiencia olfativa, para apreciar las fragancias y cualquier otra forma de expresión que impacte en este sentido. Puede preceder a un entrenamiento específico en una disciplina particular (perfumería, enología, etc.), pero también es una actividad valiosa per se. De hecho, ofrece grandes beneficios a nivel físico, psíquico y cognitivo, lo que nos permite desarrollar el “pensamiento olfativo”.

El ejercicio olfativo indispensable

En los primeros años de nuestra vida, la experiencia con olores, sabores y olores, ayuda sobre todo a aprender a “descifrar” el mundo, reconociendo y catalogando ciertas cualidades del medio ambiente. Dicha actividad sensorial aumenta la cantidad de sinapsis producidas por el cerebro, lo que contribuye a la formación de inteligencia en una época en que la corteza es especialmente plástica.

Sin embargo, a medida que crecemos, esta “fase sensorial” se considera completada y, en consecuencia, las posibilidades de que los jóvenes y los adultos refinen su propio sentido del olfato disminuyen a menos que elijan una dirección profesional clara.

Lo poco que se sabe es que el sistema olfativo participa en la neuroplasticidad de nuestro sistema nervioso central y, como resultado, la práctica de oler activamente y todas las experiencias y acciones que involucran tal sentido son esenciales para su pleno funcionamiento. El ejercicio del sentido del olfato tiene un efecto tangible en nuestro sistema perceptivo. En “narices” experimentadas, encontramos un bulbo olfativo más desarrollado en términos de volumen en comparación con el de las personas que no tienen capacitación específica. Si es posible a través del entrenamiento aumentar la experiencia olfativa de uno, también es cierto que este sentido puede atrofiarse, como se observa entre los pacientes que sufren de anosmia, hiposmia, problemas neurológicos. Sin embargo, la práctica asidua puede mejorar algunas de estas condiciones e incluso contrarrestar la inevitable decadencia del sentido del olfato debido a la edad avanzada.

La configuración de las sinapsis del bulbo olfativo, que determina nuestra capacidad de sentir y reconocer los olores, es el resultado de todas las experiencias olfativas que experimentamos a lo largo de nuestras vidas. Un ejercicio constante es indispensable para mantener saludable y activa dicha capacidad sensorial no solo durante la infancia, sino también a lo largo de nuestra vida.

 El sentido del olfato para el desarrollo de la persona

La educación olfativa, dirigida no a especialistas, sino a una población heterogénea de personas, es un camino aún parcialmente desconocido e inexplorado. Su efectividad, al menos al principio, se mide no tanto en términos de “rendimiento” (habilidades duras), sino también como un beneficio psicofísico y maduración de cualidades y disposiciones personales (habilidades blandas).

Nos inculca la aptitud y, más que nada, el poder de evaluar de forma autónoma lo que percibimos, confiar en nuestras habilidades, sobre todo las naturales, y tener un dominio total en la expresión verbal que nos permite aportar nuestra experiencia personal. al nivel de compartir y comunicar.

En este enfoque, no dirigido a la capacitación en un sector distinto, sino a desarrollar una esfera tan perceptiva en general, el enfoque cambia de la clasificación taxonómica de los olores a nuestra experiencia con ellos. Identificar y nombrar una gran cantidad de sustancias olorosas sin duda atestigua la eficacia de nuestra práctica, y sin embargo, es aún más importante aprender a percibir fragancias y olores en su riqueza, y refinar una estrategia lingüística para expresar percepciones que, en el caso del sentido del olfato, siempre están imbuidos de recuerdos subjetivos y emociones.

En las sesiones de educación olfativa organizadas por la asociación Orablu que tengo el honor de presidir (nacida para promover la cultura del sentido del olfato y el perfume, organizando, entre otras cosas, el Festival del Olor dell’Olfatto y otras actividades educativas). Lo primero que se transmite es que todas las percepciones tienen igual dignidad. Un asistente me preguntó con razón: “¿Y algo que percibo está bien?”. Nuestra respuesta es si.

Es relevante enfatizar que la educación olfativa no es una práctica vinculada al conocimiento científico de un objeto (un vino, un perfume, una miel), y aún no está dirigida a individualizar una verdad unánimemente compartida (“es un Chianti”) . Más bien, es un ejercicio de percepción, una exploración de cualidades de la realidad a menudo no medibles, podríamos decir atmosféricas, que se ofrecen a nuestro intelecto como impresiones olfativas y al mismo tiempo nemónicas y afectivas.

El sentido del olfato y el desafío de la complejidad

Como disciplina, la educación olfativa toma un camino diferente al seguido por cursos de capacitación destinados a alcanzar competencias en áreas especializadas de estudio como perfumería, enología, elaboración de cerveza, análisis sensorial, etc.

El rigor científico de su metodología impone que el individuo debe poder eliminar las instancias subjetivas para que interfieran lo menos posible con la investigación.

En cambio, la educación olfativa se dirige al desarrollo de la persona y, por lo tanto, la contribución individual se mejora e integra tanto como sea posible en un proceso de conocimiento sobre el objeto “olor”, pero en relación con nuestra especificidad perceptiva, cognitiva y cultural, que son igualmente significativos

Miles de millones son las moléculas olorosas —naturales o creadas por el hombre— que podemos percibir singularmente o más a menudo combinadas en mezclas complejas. La educación olfativa nos coloca en una posición para comprender la riqueza de este mundo heterogéneo, apreciar sus diversos matices, respetar las sensibilidades que no coinciden con las nuestras, aprender a manejar la complejidad.

La adquisición de una mayor velocidad para reconocer los olores, la capacidad de utilizar un lenguaje analítico y evocador, el desarrollo de una forma particular de imaginación, la olfativa, son otros beneficios apreciables de la práctica.

Por esta razón, junto con libros, lápices, hojas de papel, colores, instrumentos musicales, pizarras interactivas y computadoras, algún día sería beneficioso ver entre los artículos escolares también algunos “materiales olfativos”, en otras palabras, bibliotecas de olores, para uso de las generaciones más jóvenes.

Traducido del inglés por Patricia Casey

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